La taza es compañera del café, y hay que decirlo, Ángel Gustavo Rivas

 
 
Todo mundo piensa que el café es genial, y yo pienso eso mismo también, de hecho lo consumo a diario. Pero nadie le ha dado el mérito a las tazas que merecen. Ciertamente la sustancia es el café, y todo lo que a nuestro cuerpo introducimos es el agua y el café. Cualquiera efecto que nos pueda producir se debe al café por lo tanto.
Sin embargo, pónganse a pensar nada más por un minuto, hasta por treinta segundos si quieren: cuando toman el café en un recipiente distinto, siempre notan alguna diferencia. También influyen los tamaños y las formas, pero acaso lo más determinante sean los materiales. No estoy muy seguro de eso, porque además hay también tazas de diversos materiales. Lo que sí es cierto es que, al menos en mi experiencia y por lo tanto en mi opinión, nuestra forma preferida de tomar café, es en tazas.
Si un vaso de plástico, ni nos sabe igual y ni psicológicamente estamos satisfechos, no nos sentimos a gusto, no  nos sentimos contentos, y si estamos a la vista de otras gentes, dependiendo del caso y del contexto, podríamos quizás hasta sentirnos ridículos, avergonzados.
Hay miles -o quizás millones- de líneas literarias, ya sea de cuentos novelas o poemas, dedicadas al café, pero pocas, muchas menos, dedicadas a las tazas. Ciertamente, esto constituye una clara injusticia en contra de la personalidad de la taza.
¿Por qué la taza es importante? Muy simple: configura la experiencia perfecta de tomar café: podría faltarnos el lugar al que llamamos café, ése donde hay mesitas a veces lindas, a veces coquetas, a veces feas, a veces equis, con sillitas igual, donde nos venden el café diez o veinte veces más caro que su costo de producción (o treinta, yo qué sé de economía); podría faltarnos el azúcar (yo no uso azúcar, pero quiero que este texto sea incluyente, no sea que me denuncien en DDHH); podría faltarnos el clásico libro de los tomadores de café lectores; podrían faltarnos, en suma, todos los elementos accesorios de la experiencia de tomar café, pero no la taza, que no nos falte la taza, porque si nos falta la taza, la experiencia se vería modificada verdaderamente.
Esto en cuanto a ciertos parámetros de cafeceros; pero veamos otros contextos, aunque en estos otros se trate más a menudo de café soluble: en los desayunos de la gente de rancho (hablo, claro está, desde mi experiencia, refiriéndome mentalmente a los referentes que he tenido y que tengo; sí, por supuesto, no hay otro modo de hablar) es muy raro, difícil o imposible que falte la taza de café; en estos casos no suele haber libritos, ni mesas o sillas coquetas, sino mesas y sillas muy mesas y muy sillas respectivamente, es decir, con personalidades no saloneras ni palaciegas, sino muy entregadas a su vocación, soportan, son fuertes y útiles, no pretenden, la mayoría de las veces, ser más parte del ornamento que de la utilidad: pues bien, el café se toma en taza. Así como los muebles son muebles y cumplen su función, las tazas son tazas y en tazas se toma el café.
Ciertamente hay allí, como en todas partes, cafeceros muy distintos, desde el viejito madrugador que toma café antes de que salga el sol, y si le ofrecen de nuevo más tarde dice “ya tomé”; hasta el cafecero empedernido que toma y toma cantidades no medidas. Estas variaciones las hay lo mismo en los cafeceros urbanos.
No importan, pues, las diferencias entre cafés y cafeceros, la taza es siempre el contenedor protagonista, el estelar por excelencia, y ya va siendo hora de que se le reconozca. Existen los estudios cafecísticos, supongo yo, pero, ¿existen acaso los estudios tazísticos? Ciertamente yo lo ignoro, pero ojalá que sí, y si no, ojalá que surjan pronto. Quizás podríamos ganar bastante con ellos, en cuanto al mejoramiento de nuestras experiencias, si se considera que ha pasado así con los estudios y experimentaciones del café, sin duda pasaría lo mismo si a las tazas se prestare la misma atención.
Y dicho lo dicho y hecho lo hecho, me voy a descansar al lecho. Que estén muy bien y, recuérdenlo: la taza es compañera del café, y hay que decirlo.
 

Ángel Gustavo Rivas


Compra una taza a tu gusto para darte gusto con tu café, y
un buen libro para seguir leyendo.
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