“Veinte poemas de amor… o leer poesía para entendernos mejor”, Ángel Gustavo Rivas

 



Veinte poemas de amor y una canción desesperada es verdaderamente un clásico latinoamericano, un clásico de la poesía de amor, un clásico, en definitiva, universal, como todo clásico verdadero. La primera vez que leí completo este libro escribí poemas de amor y de tristezas durante una semana, por ese entonces vivía en la colonia Tabacalera de Ciudad de México y asistía a un taller de poesía con Ricardo Yáñez.
      El libro es corto, como ya lo deja sospechar su título, pues está conformado, como el nombre lo dice, por veinte poemas y una canción (otro poema, al fin); aclaro esto por aquello de “la primera vez que lo leí completo”, la oración, sin embargo, es pertinente y exacta; y no es que haya intentado leerlo varias veces y lo haya dejado hasta que una vez por fin lo leí completo; lo que sucede es que algunos de estos poemas son tan famosos y conocidos, que todo lector de poesía conoce uno o varios de ellos antes de llegar a tener por primera vez un ejemplar del libro entre las manos (o en la pantalla).
      Y con esto último retomo el tema del libro como un clásico; esas cosas le suelen suceder a los clásicos, se vuelven, en diferentes modos y medidas, patrimonio de la lengua, patrimonio común de los hablantes, aunque de esto no todos los usuarios de la lengua lleguen a tener conciencia. Hay muchas frases provenientes de la literatura y de los libros en general que la gente utiliza aunque desconozca su origen; sobre este asunto he escrito otro artículo, y pronto lo compartiré para profundizar en ello y comentar frases del lenguaje cotidiano que se integraron a él después de haber nacido en obras literarias; por ahora quiero decir algún par de cosas más sobre Veinte poemas de amor
      Quién no conoce, si le gusta la poesía (y a veces aunque no le interese) el verso “puedo escribir los versos más tristes esta noche”, prácticamente no hay hablante mayor de trece años, alfabetizado, que lo desconozca (sin duda habrá, estoy usando una hipérbole); así como casi cualquier lector ha oído o leído la frase “En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”, sin haber leído la obra de Cervantes.
      Porque, de nuevo, estas cosas suelen suceder con los grandes libros, esos que denominamos clásicos.
      En mi opinión, no se ven las cosas igual antes y después de ser lector de poesía, antes y después de cada lectura; aunque todos nos enamoramos y somos felices y somos infelices y experimentamos toda una gama de sentimientos y de sensaciones a causa del amor, o del enamoramiento, todo esto se vive de formas muy distintas si se es o no lector de poesía. Es, claro está, una opinión, habrá otras y  muchas que difieran, pero la mías es ésta.
      Y es que los poemas nos hacen sentir que es posible que otros nos entiendan, es un extraño proceso de inversión de la idea de comprender: uno siente, al leer esas líneas abstractas y subjetivas que son los versos, uno siente a veces que entiende lo que dicen o lo que quieren decir, y entonces, casi de inmediato, uno siente, en sentido inverso, que uno es comprendido, y así nace en muchos casos -tengo esta teoría- el gusto y el amor por leer poemas: la sensación, acaso ilusoria, de que los hombres podemos entendernos, de que lo inefable se pude finalmente compartir.
      Como todos los procesos suceden más rápido a medida en que avanzan los tiempos, cada vez más, así como la tecnología se vuelve más pronto obsoleta, así también es más fácil y más rápido que la poesía de determinados tiempos, que las obras en general de determinados tiempos, sea percibida por mucha gente como algo anticuado; hoy, por ejemplo, hay una cantidad de poetas que desdeñan escribir en verso rimado, y claro que antes de pensar que entre las posibles causas esté una probable dificultad para crear buenas obras en rima, me inclino a pensar que se debe simplemente a que son personas de su tiempo, de este tiempo ya tan revolucionado, ya tan moderno y posmoderno y hasta ultraposmoderno; y las sensibilidades cambian, es obvio.
     El párrafo anterior es largo, quizás perdí unos lectores en su transcurso, pero a ti que sigues leyendo, te comento que quizás la poesía de este libro para muchas personas resulte algo del pasado, pero en realidad la poesía clásica no tiene cercos de tiempo, como la literatura universal no los tiene de idiomas.
      Tantos adjetivos pueden hacer que la literatura parezca algo muy técnico, cuando se trata de una materia muy humana, lo que sí se tecnifica es el estudio de la literatura, pero aquí te invito no  estudiarla con tecnicismos, con conceptos teóricos, si no a leerla, a disfrutarla, a vivirte en ella, con ella, porque la vida tiene una posibilidad de extensión sensitiva con el arte; la experiencia tiene una posibilidad de extensión en el arte; el aprendizaje empírico es posible leyendo libros.
      “Yo la quise, a veces ella también me quiso”, ¿no te sientes identificado? Quizás, si eres un lector muy joven o con poca experiencia, pueda pasar que no, aunque aun siendo eso dudo que no; pero sigue leyendo: “Era la boina gris y el corazón en calma”, oración adjetiva con gran capacidad evocadora y adaptativa: ¿qué o quién era la boina gris y el corazón en calma? Para Pablo Neruda no sabemos quién, o qué; pero es bueno el verso, quizás te sirva para vivir un recuerdo de tu pueblo, de tu abuela, de tu mascota, de un libro, de un tiempo, de un amor, de un juguete, de un árbol, de qué sé yo…
      Los hombres, estoy seguro, podemos entendernos mejor si leemos poesía.

      Hay ciertas sensaciones que vivimos -en el presente o en el pasado- que no logramos realmente decir, describir, compartir de manera objetiva, pero oraciones del tipo “era la boina gris y el corazón en calma” nos abren acaso una posibilidad, es abstracta la cosa, pero a veces nos proporcionan al menos las sensación de sentir que nos comunicamos.
      Para leer el libro puedes ir a una biblioteca, a un librería, o buscarlo en internet; en este blog encontrarás enlaces de Amazon y otras librerías, puedes comprarlo por aquí, desde luego yo lo recomiendo. Sigo escribiendo por acá, y nos seguimos leyendo, colega de la humanidad.

Veinte poemas de amor y una canción desesperada
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P.D. La imagen de esta página la he creado yo y no corresponde a ninguna edición existente, ¿no está nada mal, eh? Jejeje. Vuelve pronto! 😉


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